Los cultivadores, hombres y mujeres recogen las algas, las atan a unas cuerdas en tierra firme y después las llevan en sus embarcaciones a las zonas de «cultivo» para amarrarlas y dejarlas allí crecer hasta su tamaño pertinente. Es muy curioso ese trabajo, y ver en las orillas aquellos «campos de cultivo».
Después las recogen y ponen a secar al sol, algo que puede observarse en cada rincón de las pequeñas islas.
Es un trabajo cuidadoso, que implica jugar con el tiempo de las mareas, y que en definitiva es uno de los recursos naturales de los que los habitantes de las islas sacan un gran provecho.
Es fantástico viajar así, más allá de las rutas turísticas es una opción más que interesante si quieres formar parte de la comunidad que te acoge.

Es, en cierta manera, una obligación moral como viajeros que nos recompensa con un intercambio cultural mucho mayor con el pueblo y un acercamiento a la realidad de la región.

Si tenéis oportunidad no os lo perdáis ya que tanto Nusa Lembongan como su vecina Nusa Ceningan son de esos lugares donde cuanto más tiempo pasas, más quieres quedarte.